Evolución del estudio espacial del fenómeno megalítico

El estudio espacial del fenómeno megalítico es una disciplina nueva, de eso no cabe ninguna duda: antes de 1960 apenas había una docena de referencias bibliográficas, muchas de ellas de carácter genérico:


- En 1915 aparece una temprana cita (Aranzadi y Ansoleaga) en la que se afirma que "los dólmenes de la sierra de Aralar están por término medio y aproximadamente a mitad de altura entre el valle y las cumbres, en puntos de no muy fácil acceso desde abajo, en collados o alturas estratégicas, pero dominados hasta cierto punto por cumbres mayores".

- En 1922 se habla de las mámoas portuguesas de Viseu (Amorim Giráo) y se llama la atención sobre su presencia en las explanadas que conforman la planicie de Campo, "si la constitución geológica de los terrenos, unida a la escasez de agua, no comprometiese, en gran parte, sus condiciones de habitabilidad para el hombre prehistórico".

- En 1931, el padre agustino César Morán afirma que en general "los dólmenes se encuentran en vegas de extensiones dilatadas, en altas mesetas desde las que se descubren grandes horizontes, en laderas de suave pendiente, en valles, en tierras, en prados, en montes; donde menos se piensa surge un dolmen. Todos ellos están próximos a un manantial o corriente de agua, a un río permanente, a un arroyo continuo o temporero... con mucha frecuencia la denominación geográfica del lugar en que se hallan es La Nava o Las Navas".

- En 1947, en la Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal puede leerse que los megalitos están situados en los lugares de penetración, dominando los caminos naturales, lo que nos indica la presencia de un pueblo "emprendedor, comerciante y hábil guerrero".

- En 1948, el nordeste de Portugal (López Cuevillas) era el escenario de la siguiente reflexión: "tierras tenidas hoy por pobres y apartadas fueron consideradas de un modo muy distinto durante el periodo eneolítico, en el que predominaba un tipo de vida completamente distinto al actual y una economía más ganadera que agrícola que podría alcanzar un favorable desarrollo en las sierras, abundantes en pastos".

Las siguientes referencias bibliográficas las encontramos en los años 50 (Cerdán Márquez, 1952; Viana y Dias, 1952; Beltrán, 1956; Niel, 1958; Barandiarán y Medrano, 1958; López Cuevillas, 1959) y hablan en general de aspectos geomorfológicos, proximidad al agua, presencia de cuevas, insolación o economía pastoril.

Hasta los años 70, la atonía en los estudios arqueológicos espaciales fue grande, y en general hay que esperar hasta la década de los 80 apara asistir a un despegue espectacular del análisis geográfico de los yacimientos.

La década de los 90 ha sido la más brillante: entre 1991 y 1999 se ha publicado el 44% de los libros y artículos en los que aparecen referencias al megalitismo espacial.

El crecimiento de la bibliografía con el paso del tiempo va parejo a una variación en los factores que se consideran esenciales. Así, hasta 1980 se dio importancia a la economía pastoril, la vegetación o la geomorfología, pero a partir de 1981, y sobre todo en los años 90, aunque sigue predominando la geomorfología como factor básico, se presta mayor atención a la edafología, el paisaje, los recursos culturales (cañadas, otros yacimientos) y los riesgos.


LAS VISIONES GEOCÉNTRICAS Y ANTROPOCÉNTRICAS

Cabe hacer una breve reflexión sobre la importancia que se ha dado en la bibliografía arqueológica a los factores físicos o antropógenos en la distribución espacial de los enterramientos dolménicos: A pesar de las últimas tendencias que hablan de aspectos ideológicos, económicos o religiosos para explicar la atracción que ejercen determinados entornos, la visión geocéntrica ha tenido y tiene un amplio predicamento.

Da igual que se analicen los datos en función de la antigüedad de la bibliografía, o del ámbito geográfico estudiado, siempre predominan la geomorfología, el sustrato, los suelos, el agua, la vegetación... mientras que el conjunto de factores antropógenos, es decir los recursos culturales, el paisaje como percepción psicológica o los aspectos económicos e ideológicos no llegan nunca al 20% del total.

Seguramente fue así en el momento de la elección de los lugares en los que se iban a edificar los túmulos y megalitos, porque el espacio tendría muchos más elementos naturales que antrópicos. Pero si la monumentalización del territorio supone precisamente la humanización del escenario en el que se desarrollaba la actividad económica y espiritual, no cabe hoy desdeñar la información que se puede obtener analizando los parámetros "ideológicos" que nos hablan de economía, control visual, hitos, límites, lugares de paso, o construcción de la historia en los lugares sagrados de los antepasados.


 

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